Esta semana celebramos el 250 Aniversario del gran Ludwig van Beethoven, te invitamos a conocer interesantes detalles de sus ya famosas 9 Sinfonías.
BEETHOVEN, DE LA 1 A LA 9
La ambigüedad tonal con la que Beethoven inicia la Primera sinfonía es una revolucionaria afirmación: tras de mí ha quedado el período clásico; ahora construiré la música del futuro. Convicción semejante le salvó la vida cuando, hacia 1802, la angustia de quedarse sordo lo hizo contemplar la posibilidad de suicidarse; de esta época sombría data la Segunda sinfonía, obra que, de manera sorprendente, avanza entre atmósferas extrovertidas, juguetonas y brillantes.
La Tercera sinfonía, Heroica, representa –de acuerdo con Paul Henry Lang– “una de las hazañas más incomprensibles en las artes y las letras; el paso más grande dado por un compositor en la historia de la sinfonía y en la historia de la música en general”.
La Cuarta sinfonía –contemporánea a Fidelio, su única ópera– es un reposo en el agitado desarrollo del pensamiento sinfónico de Beethoven y ofrece su lado más plácido, dulce y tranquilo. Una tranquilidad que se rompe en pedazos con el breve, contundente y tormentoso tema de cuatro notas que abre la Quinta sinfonía, cuyo indomable espíritu musical el filósofo Thomas Carlyl sintetiza en un epígrafe: “el hombre es de la tierra, pero su pensamiento está con las estrellas”.
La Sexta, Pastoral, es la única sinfonía programática en el catálogo beethoveniano; se trata de una extensa narración musical que sugiere recuerdos de una vida en el campo; en el cuarto movimiento, por ejemplo, los aires de taberna son interrumpidos por truenos en las cuerdas bajas y aullidos del viento en el flautín que anuncian una tempestad inminente.
La más bella sinfonía, según Wagner, es la Séptima, a la que describe como una alegría cuya omnipotencia “nos lleva a través de todos los espacios de la naturaleza, de todas las corrientes y los océanos de la vida, dando voces de alegría y consciencia, por donde caminamos al ritmo audaz de esta danza humana de las esferas”.
El primer movimiento de la Octava sinfonía es cíclico –comienza y termina con el mismo tema de seis notas– y Beethoven lo escribió en curiosas circunstancias: mientras se inmiscuía en la vida privada de su hermano para alejarlo de una mujer a la que consideraba inmoral. Y con la Novena, primera sinfonía vocal de la historia, anunció el porvenir: música que todo lo contiene y todo lo abarca poseedora de una fuerza indestructible que inunda los corazones con pasión, hermandad y esperanza.