Luis Antonio Ascencio asumió la presidencia de la Academia de Música del Palacio de Minería en abril de 2021 y puso en marcha la primera temporada virtual en la historia de la Sinfónica de Minería, cuyos conciertos llegaron a más de un millón de personas.
Hablamos con él sobre cómo mantener vigente a una orquesta durante la pandemia, el aprendizaje en los medios digitales y la preparación de la Temporada de verano 2022, que ha sido trazada como un festival para celebrar la vida.
Por HRJ
¿Cómo se dio su nombramiento como presidente de la Academia de Música del Palacio de Minería?
Antes de asumir la presidencia de la Academia, ocupé la presidencia del Consejo Consultivo y fui miembro de la Mesa Directiva. En 2019 tuvimos una temporada presencial muy exitosa y en 2020 no tuvimos temporada, pero debíamos mantenernos en contacto con las audiencias. Así que de manera muy incipiente y de aprendizaje trabajamos para organizar actividades que no eran conciertos como tal, que yo denominé “la música en cuadritos”, donde básicamente invitábamos a algunos músicos de la orquesta a que tocaran alguna pieza de cuerdas por video. Recuerdo, por ejemplo, a nuestro grupo de alientos salir al aire libre y tocar una pequeña pieza que se grabó en un celular y se transmitió y tuvo muy buena recepción. Fue un año extraordinariamente difícil. A mí no me tocó como presidente, pero acompañé a Gerardo Suárez (presidente de la Academia de 2013 a 2021) durante el proceso.
En 2020 muchas orquestas se declararon en bancarrota ante la imposibilidad de ofrecer conciertos presenciales, ¿de qué manera impactó la pandemia en la Orquesta Sinfónica de Minería?
Hubo una situación compleja al no tener ingresos de boletaje, pero teníamos que cubrir gastos fijos de personal o rentas de oficina. Afortunadamente la Academia de Música del Palacio de Minería tiene un patrimonio propio que ha construido a lo largo de 44 años que sirvió para aguantar el temporal. No es que seamos una orquesta rica, pero tampoco somos una orquesta que se ponga a temblar o a cuestionar su estabilidad y subsistencia si atraviesa año y medio de pocos ingresos. Así que lo pudimos aguantar. Si la situación se hubiera extendido, no hay patrimonio que alcance. Ni las orquestas más ricas aguantarían estar mucho tiempo sin temporadas presenciales.
Y en 2021 fue nombrado presidente de la Academia…
2021 fue año de sucesión en la presidencia y la Mesa Directiva me nombró en abril presidente de la Academia durante una asamblea virtual. Era una época extraordinariamente complicada. Todos teníamos la expectativa de que ya la pandemia iba a ser controlada y que a lo mejor sí podíamos en verano soñar con tener una temporada presencial con restricciones. Pero en abril empiezan a suceder las nuevas cepas, las nuevas curvas de contagios y se anuncian otra vez muchas cancelaciones. Y ahí sí me corresponde a mí decidir que no podíamos estar dos años sin temporada y que íbamos a hacer una temporada aunque fuese virtual. Diseñamos la temporada con todos los conciertos con la idea de llevarla a cabo con o sin público. Se escogieron piezas no tan exigentes, sin tantos coros. Al final las autoridades determinaron que no habría conciertos y nos quedó clarísimo que sería una temporada virtual.
¿Puede hablarnos sobre el proceso de trazar la primera temporada virtual en la historia de la Orquesta Sinfónica de Minería?
Empezamos a anunciar que íbamos a hacer una temporada virtual y que se tenían que comprar boletos y hasta abonos con un costo reducido. Hubo un aprendizaje acelerado para grabar los conciertos en alta calidad para que la experiencia de gente con boleto pagado fuese la mejor posible. Tuvimos que aprender sobre la marcha el tema de grabar los conciertos con todos los retos técnicos y logístico. Rentamos el auditorio Blackberry, antiguamente era un cine acondicionada para ser una sala de conciertos, pero ofrece muchas facilidades: amplia, techo alto, mucho espacio, acústica decente/buena, Ahí se ensayó y tocó. Hicimos una producción de gran calidad donde se grabaron los tracks de audio de manera independiente al track de video y después se juntó. Y logramos que la experiencia de video fuera de cierta manera cinematográfica. No eran grabaciones visuales planas. Había movimiento, acercamientos al director. La cámara seguía la partitura y si, por ejemplo, sabíamos que venía un pedazo del concierto para alta concentración en las maderas, había un acercamiento a las maderas.
Y fue una temporada de homenajes…
Sí, homenaje a la amistad de Copland y Chávez, homenajes a compositores franceses, a compositores alemanes, a la familia, y así la fuimos tejiendo. Fue una temporada mágica, pues los músicos por primera vez estaban juntos tras mucho de no verse. y el poder estar juntos generó algo muy especial. También fue especial el aprendizaje de adaptarnos a los medios digitales, pues tuvimos más de un millón de visitas de todo el mundo y nos dimos cuenta de que teníamos un público mucho más amplio del que habíamos imaginado. Un público que no necesariamente va a la sala Nezahualcóyotl.
Una vez identificado ese amplio público virtual, ¿cómo captarlo?
Hacia finales de 2021, ya con los primeros conciertos presenciales, y de cara a la Temporada de verano 2022, creamos un grupo a través de la página de internet donde pedimos datos de contacto y damos acceso a que la gente pueda ver los conciertos grabados en vivo con un delay de cinco días, y de esta forma podemos tener mucho público que va a estar disfrutando de lo que hacemos. Eventualmente de estos grupos estamos buscando el donativo, porque de eso vivimos. Somos una orquesta privada, pero de la sociedad, y entre más amplia sea la base de personas que nos siguen, a más donadores podemos aspirar.
¿De qué manera se trazó la Temporada de verano 2022, la primera presencial tras la pandemia?
La trazamos como una temporada de celebración. Celebración de que vamos a regresar a una sala de conciertos. Celebración de que vamos a reencontrarnos con nuestro público. Celebración de que estamos sanos. Celebración de haber superado la pandemia. Así que la celebración es la columna principal. Y a partir de ahí pudimos incluir el proyecto de interpretar las nueve sinfonías de Beethoven que en 2020 se nos quedó en el tintero, y fue todo un reto que nos implicó programar un concierto doble que ha sido espectacular. Y al final estamos ofreciendo una programación que sí comunica el júbilo de estar remontando a través de la música, como sociedad y como humanidad, una situación tan adversa como la pandemia.
Minería tiene la tradición de tener como presidente a un ingeniero melómano, ¿cuál es su perfil melómano?
Mi aportación en Minería es darle mayor proyección, institucionalidad y solidez al proyecto. Pero en mi perfil melómano personal tengo una importantísima influencia de mi abuelo: Emilio Almada, quien era un gran melómano y el gusto por la música en mí nace por recuerdos en casa de mi abuelo. La calidad de la audición era para él algo muy importante que yo también heredé. Adquirió un equipo de teatro en su casa. Recuerdo que las bocinas eran más grandes que yo. Y también se aventuró a comprar unas cintas magnéticas en Europa para lograr un sonido cuadrafónico, lo cual era todo un reto: desde colocar la cinta en su carrete y meterlo al aparato. Pero el sonido era magnífico y a mí me contagió esa pasión por la calidad del sonido. Escuchaba música sobre todo romántica y el compositor con el que crecí fue Beethoven. Entonces esta temporada me está poniendo la piel chinita. Durante la Quinta sinfonía, por ejemplo, yo cerraba lo ojos y me recordaba estar en casa de mi abuelo con esas grandes bocinas. También uno de mis tíos fue director de orquesta de la Sinfónica de Xalapa: Fernando Ávila. Y tuve la oportunidad de acompañarlo varias veces a Bellas Artes a escucharlo con mis padres, y eso me generó una relación con la música muy familiar. Para mí la música clásica era algo cotidiano. Iba a ver a mi tío director a su camerino después del concierto y me daba cuenta de la intensidad que es dirigir un concierto de música clásica; acababa empapado, como si acabara de correr un maratón.
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