Redoble de tambor y la trompeta enuncia una fanfarria rara, que en cuanto nace se aparta de lo bélico y dirige sus búsquedas hacia un riesgo sin marcialidad, hacia una osadía carente de violencia, imaginativa y apasionada bajo sus propios términos, llenos de energía y movimiento incesante. Algo cercano a la transformación, a la necesidad de un nuevo orden. Pero de alguna manera, hacia la mitad, después de la coralidad de los alientos de metal y la invasión de los tambores, se construye un panorama de onirismo tierno, quizá consolador, que abre dentro de tan incesante marcha un espacio inesperado para los sueños.
Por HRJ
Todo sucede en los dos minutos y medio de una obra creada por Joan Tower (1938) como homenaje “a las mujeres que corren riesgos y que son temerarias”, y la bautizó Fanfarria para la mujer poco común núm.1 (1987) en alusión a la Fanfarria para el hombre común (1942) de Aaron Copland (1900-1990). Pero se trata de algo mucho más importante que una simple alusión. Es algo más cercano a una revolución. Basta con escuchar las dos fanfarrias, una tras otra. En la fanfarria del hombre, a pesar de ser un hombre común, todo es épico, grandilocuente y monocromático; la típica narración del macho heroico que se dirige hacia la guerra para ganarla. En la fanfarria de la mujer, a pesar de ser poco común, hay muchos colores y varias capas; en la misma distribución de los acontecimientos hay tolerancia: funcionan lejos de los absolutos y se abren hacia una esperanza entendida como libertad.
Sobre la Fanfarria para la mujer poco común núm.1, la escritora y directora artística Tamara Bernstein dijo: “se convirtió de inmediato en una histórica afirmación musical feminista”, y sobre la importancia de Joan Tower, la revista The New Yorker escribió: “es una de las compositoras más exitosas de nuestro tiempo”. Pero la referencia al género está fuera de lugar: Joan Tower es una de las personas compositoras más importantes de la historia. Recibió el premio Grawemeyer (1990) y es miembro de la Academia de las Letras y Artes de Estados Unidos desde 1998. La grabación de su Concierto para orquesta con la Sinfónica de Nashville le valió obtener en 2008 tres premios Grammy en las categorías “Mejor composición clásica contemporánea”, “Mejor álbum de música clásica” y “Mejor interpretación de una orquesta”:
Pero sobre todas las cosas su arte, que transita libremente entre lenguajes y géneros, se distingue por su fuerza evocativa; es música preocupada por construir atmósferas (a veces imágenes sonoras minuciosamente detalladas) y su constante búsqueda de hallar estructuras novedosas y dinámicas.
Acerca del éxito de su música, que es constantemente programada en las orquestas del mundo, Joan Tower declaró en una entrevista con el escritor Bruce Duffie:
“Uno de los problemas en el mundo de la música sinfónica es que los mismos músicos se resisten a las composiciones nuevas. Me ha tomado mucho tiempo entender el por qué. Y es que ellos están acostumbrados a las obras maestras clásicas (…) y de pronto se encuentran con una pieza que les exige salirse de eso, cambiar su misma educación, que los reta, que les exige pensar distinto y aprender quizá nuevas técnicas y por lo tanto ensayar más. Así que se trata de dimensiones distintas. Mi música ha estado entre Beethoven y Chaikovski, entre Cuadros de una exposición y el Bolero. Y es un verdadero desafío para mis piezas, pues me pregunto ¿mi música sobrevivirá a esto?”.
La Fanfarria para la mujer poco común núm.1 de Joan Tower será interpretada durante el octavo programa de la Temporada de verano 2022 de la Orquesta Sinfónica de Minería (agosto 19, 20 y 21) junto con la Sinfonía núm. 10 de Shostakóvich y los estrenos en México de Historias de flores y tangos de Daniel Freiberg y Cantos y revueltas de Pacho Flores (con Leo Rondón en el cuatro venezolano).
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