Por HRJ
El sonido es vibración que recibe el instinto. Nada hay que saber para acercarse a una sinfonía. Solo ser una persona dispuesta a sentir. Cualquiera que diga otra cosa, miente. Ningún conocimiento previo es necesario: La música se siente.
Y esto resulta especialmente claro en obras escritas bajo la estética del Romanticismo, cuya revolución (emprendida por Beethoven), consiste en utilizar la música para expresar el mundo interior a través de la música; es decir: todo aquello que nos emociona y da miedo, que nos excita y nos angustia.
Desde una narrativa histórica, comienza con la Sinfonía núm. 3, Heroica (1803), y termina justo antes del estallido de la Primera Guerra Mundial con el estreno de la Consagración de la primavera (1913) de Stravinski. Pero desde una perspectiva humana, el Romanticismo pone fin a una era de sometimiento en la que los compositores occidentales (incluído Mozart) servían a la aristocracia europea, entraban por la puerta trasera de los palacios y escribían las partituras que les ordenaban escribir.
La música romántica es sinónimo de libertad, de una conquista donde el sonido deja de servir a los intereses del empleador para servir en exclusiva a los fantasmas y las dichas que exaltan y atormentan los corazones de las personas artistas. Es, por lo tanto, una expresión estética propensa a desbordarse, a ser exagerada y adorable. Es música profundamente íntima cuyo diálogo más importante sucede en el encuentro directo entre el sonido y la persona que lo recibe.
Sobran los conocimientos y las ideas preconcebidas.
Pensemos, por ejemplo, en la Sinfonía núm. 4 de Chaikovski (1840-1893).
Los historiadores han repetido por años las mismas cosas:
- Es, sin duda alguna, una de sus mejores obras.
- La comenzó a escribir hacia 1887 tras su fracasado matrimonio de apariencias con Antonina Ivanovna Miliukova.
- Intentó suicidarse.
- Lo salvó su hermano Anatol.
- Se aisló en Suiza bajo el mecenazgo de su benefactora aristócrata Nadezhda Filarétovna von Meck y comenzó a componer su Cuarta sinfonía, sobre la que escribió:
“Era como un sueño, algo remoto, una extraña pesadilla en la que un hombre con mi nombre, mi rostro y mi conciencia actuaba como uno actúa en los sueños: de una manera inconexa, paradójica y sin significado alguno. Ese no era yo, en posesión de mis poderes de la lógica y la razón. Todo lo que yo hacía tenía el carácter de un conflicto enfermo entre la voluntad y la inteligencia, que no es otra cosa que la locura.
- Es una sinfonía en donde cada movimiento busca describir símbolos
- El primer movimiento simboliza el destino
- El segundo movimiento simboliza el anhelo
- El tercer movimiento simboliza la imaginación
- El cuarto movimiento simboliza la resignación
- Chaikovski acompañó la partitura con descripciones detalladas sobre cómo debe ser interpretada:
“Nunca compongo en abstracto, es decir, un pensamiento musical nunca aparece si no es bajo una forma externa adecuada. De este modo, invento la idea musical y la instrumentación simultáneamente. Así diseñé el Scherzo de nuestra sinfonía en el momento de su composición, exactamente como usted lo escuchó. Es inconcebible de cualquier otra forma que no sea en pizzicato. Si se tocara con arco, perdería todo su encanto y sería un simple cuerpo sin alma.
Y por más interesante que sea leer todas estas cosas, cuando la música suena, cualquier conocimiento previo resulta redundante. Incluso a veces termina por ser un estorbo para la manifestación del instinto. Es por eso que en la Orquesta Sinfónica de Minería hemos realizado una escucha fresca a través de las personas que conforman nuestras nuevas audiencias virtuales. A cuatro de ellas las hicimos escuchar un movimiento de la Sinfonía núm. 4 de Chaikovski por primera vez en su vida y les pedimos que nos expliquen lo que han sentido.
Que por un momento los expertos permitan que gente diferente le regrese a la música algo de su pureza original a través de una escucha libre de ideas previas.
Con ustedes, la Cuarta de Chaikovski, resignificada.
Andante sostenuto. Moderato con anima
Pues alguien está yendo a la guerra. Escuchemos las fanfarrias y hasta los caballos. Es como un anuncio bélico. Va a suceder un conflicto. Pero, mira, ahora ya hay calma, y entonces queda claro que no era una guerra más bien metafísico, o sea no entre ejércitos, sino más bien psicológica. Algo algo así siento. Hay alguien que está muy agitado de sus sentimientos, que está peleando una batalla emocional, de emociones encontradas. A mí se me figura como cuando estoy indeciso y no sé qué hacer: si tomo esta decisión o la otra, y entró en un conflicto. Esta música me remite a eso, pero llevado al extremo, como si alguien estuviera entre decisiones muy importantes. Se puede sentir la desesperación, y lo va creciendo: cada vez se va haciendo más y más duro intenso. De pronto llega este momento que parece que por fin descansa, no sé como si se quedara dormido, Hay descanso pero parece un poco falso. Da la impresión de que no va a durar y de que en cualquier momento va a regresar el drama. Y luego pues otra vez empieza a crecer la angustia, la desesperación, y regresa como esta lucha en el principio y hasta regresan las fanfarrias
Luis Alberto, periodista de 41 años
Una persona está bailando. Es de noche. Movimientos lentos, muy suaves. Movimientos de cadera sutiles. Los pies se deslizan. Es como si no se movieran. Se trata de una persona sola. Nadie la observa. Baila sola consigo misma. Tiene los ojos cerrados. Su estado de ánimo es enigmático, Poco a poco sus movimientos se vuelven más determinados. No pierden la quietud, la calma, pero son más enérgicos. Pausados pero ella (porque la imagino mujer), se entrega con todo su cuerpo a la alegría. Cada miembro de ella celebra. Su danza es suave, pero al mismo tiempo celebratoria. Es una danza nocturna solitaria. Es un momento privado entre ella y su cuerpo en movimiento. Celebra su individualidad. Para ser feliz no necesita a nadie más. Está viviendo uno de los momentos más íntimos, más sagrados, de su vida.
Catalina, estudiante de Derecho de 21 años
Alguien está jugando: pasos divertidos (imagino a dos perros trotando, imagino una travesura, a alguien haciendo algo chistoso, imagino a niños planeando una broma). Puede ser un parque, un parque grande, con muchas cosas pasando. Algo pasa que rompe el ritmo de los juegos, como un vendedor o un organillero que de pronto centra la atención en su sonido. Hacia la mitad, unos pájaros adquieren mucha relevancia y todo se vuelve sobre sus diálogos volando y sus brinquitos de rama en rama. Y ya al final otra vez la mirada se abre: deja de ponerle atención al organillero o a los pájaros. Si fuera una película, es cuando la cámara se abre y presenta un panorama amplio de todo el parque, como al inicio, y la escena termina como un día en el parque quizás con una close-up final de los perros jugando
Sandra, estudiante universitaria de 19 años
Si has llegado hasta aquí, te hacemos una invitación para que tú termines esta resignificación. La idea es que nos cuentes lo que te hace sentir e imaginar el movimiento final de la Sinfonía núm. 4 de Chaikovski, una de las más grandes obras maestras del romanticismo musical. Mientras lo escuchas, escribe un breve texto y mándalo al siguiente correo: carlos.diaz@mineria.org.mx
*Para fines de esta publicación, estos testimonios fueron editados y aprobados por cada una de las personas entrevistadas.
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