Por HRJ
Muchas personas asociamos un concierto de música clásica con un acto solemne. Sin embargo, cuando se trata de un concierto dirigido hacia niñas y niños esa solemnidad desaparece y la música clásica se convierte en una experiencia fascinante y divertida.
Esta transformación no tiene que ver necesariamente con la programación. Es decir: una misma obra (pongamos el ejemplo del Huapango de Moncayo) puede ser igualmente disfrutable por las infancias que por las personas adultas. La diferencia se encuentra en la actitud.
Los frenos de las convenciones adultas
Los adultos estamos atrapados en redes de prejuicios, convenciones e ideas preconcebidas que muchas veces limitan nuestro goce musical y frenan instintos tan naturales como el de aplaudir cuando sentimos la necesidad de hacerlo.
Pongamos el caso de la Sinfonía núm. 6, Patética, de Chaikovski. El tercer movimiento termina de manera extrovertida, grandilocuente y emocionante.
Ahí es el momento de aplaudir. Pero la convención reprime ese natural aplauso.
Luego viene el lúgubre y angustiante cuarto movimiento, cuyo final consiste en la extinción paulatina de cualquier sonido hasta el silencio más absoluto.
Y ahí es donde las personas adultas aplaudimos porque hemos querido aprender que es el momento correcto de hacerlo, a pesar de que la música misma nos haya expresado la más solitaria y trágica de las muertes.
Cometemos el absurdo irrespetuoso de aplaudir a pesar de que la música nos exige por favor que su estremecedor silencio sea respetado.
En las niñas y niños no existe esta desconexión tan absurda entre instinto y comportamiento a causa del miedo a ser juzgados como ignorantes.
Las niñas y niños se dejan guiar por lo que sienten a través de la música. Escuchan a sus cuerpos y permiten que se expresen libremente en relación directa con el sonido.
Concierto familiar infantil de Minería
En la Orquesta Sinfónica de Minería queremos celebrar esta hermosa relación entre música e infancias y vamos a festejarla con tres conciertos de un programa familiar infantil los días 15 y 29 de julio y 19 de agosto en la Sala Nezahualcóyotl a las 11:00 h.
Entre las obras que van a interpretarse se encuentra el Huapango de José Pablo Moncayo (1912-1958).
¿Pero qué diferencia existe en esta famosísima obra cuando suena en el contexto de un concierto infantil?
Musicalmente, ninguna: se trata de exactamente la misma partitura. Pero la diferencia resulta radical desde el punto de vista simbólico.
Niñas y niños permiten que sus cuerpos se liberen de sus prejuicios musicales. Que reaccionen de forma natural y directa ante los estímulos del sonido. Sin temor ni inhibiciones.
Por ejemplo, hacia el final del Huapango de Moncayo ocurre un brillante intercambio entre el trombón y la trompeta, que se enfrascan en ingeniosos y cautivantes diálogos a la manera de improvisación libre que utilizan muchas personas que cantan sones jarochos. Ante este pasaje de herencia folclórica, la tradición de las salas de conciertos indica solemnidad y quietud. No obstante, la música indica todo lo contrario: diversión y baile.
Es justo a ese lugar hacia donde el concierto familiar infantil de la Orquesta Sinfónica de Minería quiere ir.
Promovemos la presencia de las infancias en las salas de concierto para que las personas adultas nos reeduquemos a partir de su asombro y naturalidad.
Por eso después del Huapango presentaremos los orígenes folclóricos de la obra de Moncayo con la presencia de Caña Dulce y Caña Brava, célebre grupo de sones jarochos que terminará de disolver las barreras entre partitura y audiencia para que las personas del público nos permitamos acercarnos al sonido con nuestros cuerpos de una forma más celebratoria y auténtica.
¿Te gusta este tipo de contenido?
Continúa apoyándonos para seguir compartiendo contigo.
Concierto Música de John Williams
Sala Nezahualcóyotl
Concierto Música de John Williams
Sala Nezahualcóyotl
Concierto Música de John Williams
Sala Nezahualcóyotl
Concierto Música de John Williams
Sala Nezahualcóyotl