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La música en la obra de Remedios Varo

Por Alan Heiblum

La música, esa misteriosa forma del tiempo, es razón poética y razón pictórica en la obra de Remedios Varo. Alan Heiblum, de rizomática mente, nos adentra en la arbórea mente de la pintora para escuchar y ver la música en movimiento de las estrellas, esa armonía sutil y profunda de donde el universo entero emana. Tejedoras, flautistas, vagabundos, guitarristas, trovadores, amantes, guardabosques, relojeros, aves, sirenas y seres que solo pueden provenir de la admirable imaginación de Remedios, son “interiores en marcha” en busca del principio unificador, en busca del orden primigenio.

“La puerta hacia lo invisible debe ser visible”
se lee en uno de los textos predilectos de la pintora, El monte análogo (Novela de aventuras alpinas no euclidianas y simbólicamente auténticas) de Rene Daumal.

En la tercera edición del Catálogo razonado, encontramos la siguiente afirmación de Juliana González: “[En la obra de Varo] Frecuentemente los personajes revelan un otro yo, oscuro y sórdido, opuesto a la luminosidad ‘consciente’. A diferencia de aquella que logra bordar su propia liberación, otra mujer teje su juventud y su libertad, pero su propia mano se agarra de una viga y le impide la salida.”

Si bien la interpretación de González luce a primera vista adecuada y factible, los comentarios de Remedios Varo, recogidos en la misma edición del Catálogo razonado, no la confirman: “Lo que aquí sucede es evidente: Esa señora que está tejiendo punto inglés, fabrica personajes animados que salen volando por la ventana” (p. 113, mis cursivas). Por otra parte, una inspección detenida muestra que la interpretación de González resulta poco plausible. Ni la mano ni sus falanges están activas. Nada pareciera indicar, entonces, que la mano se agarre o se aferre o que simplemente se sujete de la viga. Más aún, dado el punto de fuga inteligible por los trazos del interior del techo y del suelo, el brazo de la figura tendría que ser mucho más largo y su mano verse más pequeña a la distancia, de lo contrario la figura no podría si quiera alcanzar la parte de la viga que se supone está sujetando.

Conforme la poesía fue adentrándose en el territorio de las emociones humanas y en el interior de su pensamiento, se amplió su campo sonoro y traspasó el signo convencional de su propio lenguaje, subrayando así su primigenia condición rítmica.

Es claro que las obras de Remedios Varo están pobladas por músicos e instrumentos musicales, pero ¿sabemos qué música es la que suena?

A pesar de las obvias y gigantescas diferencias, algunas coincidencias permiten trazar un paralelismo no totalmente gratuito entre la vida y obra de Remedios Varo (1908-1963) y el compositor Francés Francis Poulenc (1899-1963). Ambos mueren en el mismo año y de una misma causa, deficiencia cardiaca. Ambos bebieron del surrealismo y se enrolaron en las vanguardias parisinas de la entre guerra. Mientras Remedios recorrió los círculos de Breton, Poulenc engrosó las filas del grupo de Los Seis.

Te invitamos a leer el artículo completo a continuación:

En la obra de Remedios Varo, cualquier cosa puede devenir un instrumento musical y todo instrumento musical es más que un ingenio audible, porque la música encarna un orden primigenio que todo lo impregna.

Puedes encontrar más artículos como este en la Revista Quodlibet de la Orquesta Sinfónica de Minería:

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