El pensamiento musical de la mexicana Gabriela Ortiz (1964) es uno de los más fascinantes y evocativos de la composición contemporánea. Su presencia en la Orquesta Sinfónica de Minería ha sido constante (interpretamos Téenek-Invenciones de territorio durante el quinto programa de nuestra Temporada de verano 2022). El estudio de su catálogo revela una desbordante imaginación rítmica y la necesidad de explorar posibilidades expresivas, como lo demuestra Únicamente la verdad (2008), ópera multimedia en la que explora, desde múltiples miradas (alarmistas, sardónicas, violentas, televisivas, virtuales y hasta míticas) la verdadera historia de Camelia, La Tejana.
Por HRJ
Un decapitado aparece en la nota roja
Gabriela Ortiz leyó en un ejemplar de febrero de 1986 de la revista sensacionalista Alarma! este encabezado:
¡Un tren le arrancó la cabeza!
Y la nota, ubicada en Ciudad Juárez, explica que un joven de Torreón, de nombre Eleazar
(22 años), “en estado de ebriedad y encorajinado porque el tren que desde hacía rato hacia maniobras no salía rumbo al sur, armado de la más férrea decisión, se acostó en las vías del tren, dejando el cuello listo para ser partido en las vías. Según declararon los empleados de una agencia funeraria cuando comparecieron ante la policía, encontraron la cabeza entre las temblorosas manos de una mujer que antes de desaparecer dijo llamarse Camelia La Tejana”.
¿Camelia La Tejana?, ¿la del corrido de los Tigres del Norte?
Sí y no. A Camelia La Tejana se le atribuyen cuatro apariciones durante la segunda mitad del siglo XX mexicano:
- La Camelia asesina del corrido Contrabando y traición de los Tigres del Norte de principios de los 70.
- La Camelia que a mediados de los 70 dijo llamarse Agustina Rodríguez en un programa de televisión donde aseguró haber dejado atrás la mujer que fue desde que se convirtió en cristiana.
- La Camelia que, según la revista Alarma!, carga la cabeza mutilada de un suicida a mediados de los 80.
- La Camelia que el periodista César Güemes entrevistó el 28 de enero de 1999 en La Jornada y afirma haber sido contrabandista pero jamás haber matado a Emilio Varela.
Por lo tanto, en realidad se trata de la (re)construcción de un mito.
¿A qué suena la verdadera historia de Camelia, La Tejana?
Únicamente la verdad está escrita para coro, nueve cantantes solistas y una orquesta de 16 instrumentos (algunos atípicos en una dotación de cámara, como acordeón y guitarra eléctrica), electroacústica (varios interludios con sonidos grabados) y videos (cuya función es enriquecer la narración, como sucede durante la escena final, cuando se proyecta un montaje abstracto y modernista de vías del tren en movimiento donde Eleazar acomoda su cabeza; sangre cubre la pantalla y la cabeza sale volando).
Está cantada en español (salvo una breve intervención del escritor estadounidense Elijah Wald, que está en inglés) y las líneas vocales son eclécticas: abrevan de todas partes, desde el belcanto hasta el cardenche. El libreto (elaborado por Rubén Ortiz) es un collage de distintas líneas sin estilizar alusivas a La Tejana extraídas de prensa, blog, libros y programas de televisión.
Su planteamiento recorre la presencia de Camelia en varios niveles de la realidad mexicana: televisión, música popular, internet, vida diaria, periodismo serio, narcotráfico, academia y amarillismo. Los niveles no actúan entre sí a lo largo de la obra; cada uno habla sobre su propia Camelia.
Por ello sus atmósferas son fragmentadas, aunque musicalmente existe una especie de cumbia que atraviesa bajo formas diversas las escenas a manera de motivo recurrente. Entre los personajes no existen interacciones (cada uno aparece para expresarse mediante un soliloquio y luego desaparecer), salvo un dueto que ocurre hacia el final (escena V: Camelia María) en donde Camelia es entrevistada por el periodista César Güemes para el periódico La Jornada. El coro representa al pueblo y su función es comentar de maneras irónicas e irreverentes los acontecimientos.
¿En qué momento de su carrera escribió Gabriela Ortiz su ópera Únicamente la verdad?
En 2004, cuando la Organización de los Estados Americanos (OEA) le comisionó Únicamente la verdad, en el catálogo de Gabriela Ortiz no había óperas. De hecho, su única experiencia con voces era Elegía (1991), escrita en memoria de su madre, para cuatro sopranos y pequeña orquesta. Ya había escrito varias obras orquestales sólidas que le habían ganado reconocimiento, como Altar de neón (1995) y Altar de piedra (2002). Pero Únicamente la verdad fue su primera experiencia operística.
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