María Teresa Prieto, historia olvidada de la música mexicana
Por HRJ
A mediados del siglo XX sólo una mujer compositora figuró de manera consistente en la programación de la Orquesta Sinfónica Nacional: Maria Teresa Prieto (1896-1982), cuya obra representa una fascinante historia de la música mexicana que hoy ha sido olvidada
¿Quién es María Teresa Prieto?
Nació en Asturias y estudió Composición en el Conservatorio de Madrid bajo la tutela de Benito García de la Parra (1884-1953). Su obsesión fue el pasado. Su contrapunto barroco era perfecto y estudiaba con empeño las formas de construir progresiones armónicas de acuerdo a los modos antiguos. Sin embargo, rehuía a la composición de obras propias. Hacia 1936, cuando tenía 40 años, su producción se limitaba a una miniatura para piano: Escena de niños (1917). Ese año estalló la Guerra Civil y se exilió en la Ciudad de México. Su hermano Carlos la recibió en una casa ubicada en el barrio de San Ángel. María Teresa Prieto se instaló en el ático y en ese ático comenzó su fascinante carrera como compositora.
¿A qué suena la música de María Teresa Prieto?
En México, María Teresa Prieto encontró la inspiración para comenzar a escribir música propia. Esa inspiración le llegó a través de la nostalgia y la combatió (y sublimó) recreando la tierra de su infancia.
Dos ejemplos:
Sinfonía núm. 1, Asturiana (1940)
La añoranza es inmediata: un adagio • indicación temporal de quietud como invitación a la tristeza • cuya introducción, a cargo del oboe, establece un lánguido canto que permanece ambiguo hasta que los violines introducen el tema A, cuyo origen melódico es la canción popular asturiana La lancha marinera. Dispersas atmósferas de recuerdos abstractos de pronto adquieren formas concretas; lo que era un deseo (me gustaría regresar a mi tierra) se convierte en angustiosos gritos exaltados (¡quiero ahora esos ríos, cerezas, prados, ruidos, grutas, aguas, colores y montañas!). Gloriosas imágenes pasadas son desgarradas por la nostalgia.
Asturias, cuadro de naturaleza (1965)
La brutalidad del desgarramiento está trazada a partir de los escarceos con un lenguaje distinto: la dodecafonía, donde, al tender hacia la supresión de las relaciones jerárquicas entre notas, el espacio sonoro adquiere una trágica dimensión social. La voz ya no se limita a describir los anhelos y tormentos del corazón (búsqueda romántica); opta por la disolución del mundo interior y abrirse en busca de lo otro. Al trascender el discurso de su propia memoria, la nostalgia se vuelve coral y caótica. Desaparece el canto único. A través de los alientos se enuncian fragmentos de intensos recuerdos asturianos provenientes de muchas calles, muchas mujeres, muchas playas y muchas ciudades. Las evocaciones no son geográficas, sino abstractas; no hay mares, puentes, colinas, grutas o teatros, solo privación, pérdida y ausencia, que • solitarias, desbalagadas • se colisionan, contradicen, funden y hermanan en brutales palpitaciones de dolor comunal.

¿Existe alguna anécdota curiosa en la vida de María Teresa Prieto?
Sí; Tuvo una historia de amor con un pájaro.
Afuera de su ático había una amplia terraza que miraba hacia un frondoso jardín. Procedente del jardín, una mañana primaveral de 1960 llegó un pájaro; permaneció suspendido en el aire afuera de la ventana mientras ella componía. Ese pájaro regresó cada día hasta que María Teresa le abrió la ventana. Dentro de la habitación, el pájaro se posaba en los barrotes de la base de la cama, desde donde acompañaba con trinos (en Do menor) los pasajes que María Teresa improvisaba al piano. Lo bautizó Pirulín y sobre él escribió un extenso relato que repartió entre sus amigos cercanos cuya introducción dice: “Indúceme a escribir esta narración, el hacer resaltar una fase de mi vida que, salpicada por una emoción nueva y única, la hace interiormente más luminosa y más adepta hacia los seres que nos rodean. Ojalá no tuviera que salir nunca de este ambiente espiritual lleno de poesía y suavidad, otorgado por la gracia divina”.
¿María Teresa Prieto escribió música de temática mexicana?
Sí. Dos ejemplos:
Uno de sus estrenos más populares fue Chichén itzá (1943), poema sinfónico estructurado en movimiento único con tres temas principales que parten de sendas ideas literarias inspiradas en la cultura maya: juego de pelota, serpiente emplumada y sacrificio de una doncella. El acercamiento hacia estas cosas • movimiento, muerte y enigma • es fantasioso: la música no describe, imagina. Su construcción nace de impresiones; por eso, a pesar del origen programático, la sensación al escuchar no es la de ver algo, sino de estarlo soñarlo.
En El valle de México (1967), una de sus últimas obras, María Teresa ensaya con la dodecafonía hasta arribar a los territorios de la atonalidad libre; ahí, desprendida de forma, necesidad e intención, queda a merced de su instinto, que durante su vejez se volvió tierno y desvergonzado. El trazo musical • intenso, impulsivo y rápido • construye un efímero cuadro de cuatro minutos que se niega a sí mismo a significar algo preciso. Alguien gime y algo se derrumba; mientras ocurren, estos acontecimientos lucen eternos y absolutos, pero inmediatamente se rompen; ante este vacío la compositora • delicada, malévola • desaparece: deja morir los sonidos sin haber aclarado nada: gemido/derrumbamiento/derrumbamiento/gemido.