Por HRJ
Cuando se trata de amor en la música clásica, el pasado suele ser referencia de chantaje, manipulación, abuso y violencia. Los romances en las obras clásicas, aquellas que con mayor frecuencia interpretan las orquestas y compañías de ópera alrededor del mundo (casi todas escritas desde una estética asociada al romanticismo decimonónico), suelen plantear relaciones profundamente tóxicas en donde actitudes misóginas (e incluso criminales) son enmascaradas por melodías hermosas.
Por ejemplo, el Duque de Mantua en Rigoletto (Verdi) y Pinkerton en Madama Butterfly (Puccini) son hombres adultos que utilizan condiciones de poder económico y político para abusar de mujeres menores de edad, y mientras planean sus violaciones entonan brillantes y pegajosas arias operísticas que así, descontextualizadas, aisladas de su aberrante función dentro de la trama, han pasado a la historia de la música como románticos himnos amorosos.
Lo mismo pasa, por ejemplo, con La sinfonía fantástica (Berlioz) o con Carmen (Bizet), en donde tras relaciones eróticas consensuadas entre personas adultas, las mujeres deciden romper con los hombres y éstos, rabiosos, encelados, agresivos y misóginos, las asesinan. En el caso de Carmen, el feminicidio es real y acontece a las afueras de una plaza de toros. En el caso de La sinfonía fantástica es figurado y el protagonista lo proyecta a través de una alucinación inducida por el consumo de opio. Pero en ambos casos, la brutalidad machista es expresada por medio de música envolvente, ingeniosamente orquestada, que separada de su intención original, suele asociarse con válidas y apasionantes declaraciones de verdadero amor.
Una de las grandes revoluciones del siglo XXI es la reeducación del amor y la amistad. Desaprender la manera tóxica y violenta en que las generaciones anteriores entendieron y entienden las relaciones románticas y emocionales es una de las búsquedas más nobles y necesarias de la vida contemporánea. Es por eso que este 14 de febrero en la Orquesta Sinfónica de Minería proponemos una celebración sonora con música sin referencias tóxicas y violentas, libre de agresión, chantaje, abuso, manipulación y misoginia. Música que no le imponga al amor una narrativa, sino que lo deja fluir libre, mutuo, misterioso, sin discursos ni acontecimientos evidentes, abierto hacia posibilidades y hallazgos quietos. Música que simplemente sea una atmósfera que permita la construcción de un amor suave y tranquilo.
- Red Morning de Billow Observatory
- Stations II de Sarah Davachi
- A Study in Vastness de Ana Roxanne
- Spiegel im Spiegel de Arvo Pärt
- Piano Aquieu de Stars of The Lid
- Structures from Silence de Steve Roach
- Moon View de Emily A. Sprague
(duración aproximada: 1 hora)
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