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Obertura solemne 1812, Op. 49, Chaikovski (1840-1893)

Por Juan Arturo Brennan

Si se considera que las aventuras napoleónicas son de lo más complicado que hay en la historia europea, para los fines musicales de hoy basta decir que, hacia 1810, el señor Napoleón Bonaparte tenía en sus manos, bajo su dominio directo, algunos bienes raíces bastante valiosos. Veamos…

Chaikovski compuso en la primavera de 1880 su Obertura 1812 para conmemorar la derrota de Napoleón.

Además de su imperio francés propiamente dicho, Bonaparte poseía las provincias de Iliria y Etruria, algunos de los estados papales, Holanda, y los estados germanos fronterizos con el Mar del Norte. Por si todo ello fuera poco, Napoleón había dado rienda suelta a su descarado nepotismo (muy al estilo de ciertos gobernantes nuestros de reciente memoria) y, gracias a ello, dominaba también algunos otros terrenitos de valor singular: el reino de Westfalia, gobernado por Jerónimo Bonaparte; el reino de España, bajo la tutela de José Bonaparte; el reino de Italia, cuyo virrey era un tal Eugenio de Beauharnais, hijo de Josefina, la ex-amante del emperador; el reino de Nápoles, gobernado por Joachim Murat, cuñado de Napoleón; el principado de Lucca y Piombino, que estaba en manos de Félix Baciocchi, otro de sus cuñados. Además, Napoleón tenía bajo su mando otros territorios, gracias a ciertos tratados francamente leoninos: la confederación de Suiza, la confederación del Rhin y el ducado de Varsovia.

Y por si fuera poco, Napoleón se había casado con la archiduquesa María Luisa, hija del emperador de Austria, y como excepción a la regla, esta vez era el yerno el que tenía al suegro atrapado por el cuello. Pero todo esto no era suficiente; como es bien sabido, el joven emperador Napoleón tenía ambiciones muy serias, y para darle un susto al zar Alejandro, emperador de todas las Rusias (así se decía en la antigüedad), estacionó su enorme ejército en la frontera rusa. Como el zar Alejandro no pareció asustarse mucho con esta amenaza, Napoleón le mandó la caballería, la infantería, los cañones, los lanceros y todo lo que pudo, y fue en ese momento cuando su imperio comenzó a desmoronarse. El ejército ruso, peleando en su propio terreno, se dedicó a retroceder y retroceder, atrayendo al enemigo hacia una trampa, tal como se hace en el fútbol actual.

Napoleón Bonaparte llegó con su ejército a las afueras de Moscú en el mes de septiembre del fatídico año de 1812 y el día 14 entró a la ciudad… para hallarla abandonada. Esa misma tarde, Moscú fue arrasada por un terrible incendio causado, según se dice, por los propios rusos. Sin un ejército enemigo contra el cual pelear, y con una ciudad devastada que no le servía como botín, a Napoleón no le quedó otro remedio que emprender la retirada, en mitad de la cual lo sorprendieron dos terribles enemigos: un prematuro y feroz invierno, y los guerrilleros rusos que acabaron por perjudicar definitiva y catastróficamente al ya mermado ejército del emperador.

De regreso en las comodidades de sus propiedades en Francia, a Napoleón le quedaban 10,000 hombres de los 453,000 con los que había emprendido la campaña de invasión a Rusia. Fue el principio de su fin: dos años más tarde, Napoleón iba camino de su destierro en la isla de Elba, conservando su título de emperador pero ya sin un imperio que administrar.

Sin duda, esa triunfal campaña de 1812 era un asunto digno de ser conmemorado por los rusos a lo grande, dadas sus vastas implicaciones en la geopolítica europea del siglo XIX. Así, a instancias de su amigo Nicolás Rubinstein, Chaikovski compuso en la primavera de 1880 su Obertura 1812 para conmemorar la derrota de Napoleón. Entre los temas de esta obertura es posible encontrar el antiguo himno ruso, algunas canciones folklóricas de Rusia, trozos del himno francés (La Marsellesa, por supuesto) y del nuevo himno nacional ruso, que suena triunfal al final de la obra en medio del tañido jubiloso de las campanas. Esta triunfalista partitura de Chaikovski contempla la posibilidad de incluir, en

sus últimos momentos, el estampido de los cañones que recuerdan la campaña rusa de 1812. La inclusión de los cañones se ha realizado en las salas de concierto de diversas maneras: con grabaciones sincronizadas, con cañones disparados en algún sitio lejano y transmitidos radiofónicamente a la sala, con enormes tambores, incluso con generadores electrónicos de sonidos sintetizados. De cualquier modo, es un hecho que la Obertura 1812, sobre todo en sus últimas páginas, es una obra espectacular cuya ejecución suele llenar las salas de concierto.

No se tiene noticia de algún comentario crítico por parte de Napoleón Bonaparte sobre la Obertura 1812 de Chaikovski.

Al retomar el tema napoleónico para finalizar este texto, es preciso recordar que el señor Napoleón Bonaparte fue una figura histórica suficientemente imponente como para generar diversas obras musicales. Así, además de esta Obertura 1812 de Chaikovski se puede mencionar la Sinfonía Heroica de Ludwig van Beethoven (1770-1827), originalmente dedicada a Bonaparte, así como otra partitura beethoveniana menos conocida, Sinfonía de la batalla (también conocida como La victoria de Wellington o La batalla de Vitoria) en la que se describe musicalmente el triunfo del duque de Wellington sobre Napoleón en una batalla decisiva. Existe también una Oda a Napoleón compuesta en 1942 por Arnold Schoenberg (1874-1951) sobre un texto de Lord Byron.

Concluyo diciendo que no se tiene noticia de algún comentario crítico por parte de Napoleón Bonaparte sobre la Obertura 1812 de Chaikovski. Ello pudiera deberse, en parte, al hecho de que el ex-emperador murió sesenta años antes de su estreno.

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