¿Alguna vez te has preguntado cuál es la función de un director de orquesta? ¿Por qué su figura resulta tan importante en una sinfónica si no emite ningún sonido y su única actividad es trazar con una batuta figuras en el aire?
En este artículo te lo explicamos a detalle y con un ejemplo que da Carlos Miguel Prieto, nuestro director artístico, sobre la Sinfonía núm. 5 de Beethoven, que forma parte de nuestra Temporada de Verano 2022.
Por HRJ
La espera del sonido
Se hace la oscuridad y las voces se extinguen en la sala de conciertos.
Sobre el escenario, la orquesta sinfónica también calla.
Instrumentos y público esperan
¿Qué esperan?
El sonido.
Y cuando el sonido llega, la pausa se convierte en presencia, pero ya no una individual, sino mística:
La gente deja en pausa su propia presencia, por un momento paraliza el registro de sí misma, de su vida privada cargada de compromisos y preocupaciones, y a través de la música se abre hacia el encuentro de algo inexplicable.
Pero entre la silenciosa espera y el surgimiento del sonido, entre la pausa y la música, algo tuvo que haber ocurrido.
Y ese algo es el director de orquesta.
¿Qué hace un director o directora de orquesta?
El director de orquesta sale con su batuta en la mano, atraviesa la mitad del escenario, sube al pódium y se coloca frente a la orquesta sinfónica.
Algunas personas del público aplauden porque de alguna manera intuyen que deben confiar en su figura para que surja la música.
Pero la música comienza y el director de orquesta no emite ningún sonido, lo único que hace es trazar con su batuta figuras en el aire.
Y de nuevo:
Algunas personas del público intuyen que lo que está haciendo resulta muy importante para que la música sinfónica esté sonando tan bien, pero no son capaces de definir exactamente en dónde radica esa importancia.
Y tienen toda la razón, pues no es algo evidente.
Lo evidente es el sonido (los instrumentos juntando sus voces).
Lo evidente es que una partitura necesita de una orquesta para existir.
Lo evidente es que una orquesta necesita de una partitura para hacer música.
Pero la función del director de orquesta no es evidente, sino invisible:
El resultado de lo que está haciendo no puede escucharse ni verse directamente.
Actúa en silencio, entre sombras, y la importancia de su labor radica justamente en que entre una partitura y una orquesta hace falta un intérprete.
Las notas están escritas y son inmutables. Sin embargo, en una obra existen interminables detalles, matices y lecturas que requieren ser interpretados y expresados desde una expresión definida.
Pensemos, por ejemplo, en un símil literario:
Leer en voz alta un poema:
A pesar de que palabras y puntuación están definidas y no pueden ser cambiadas, la experiencia de ese poema va a transformarse radicalmente de una voz a otra, pues cada persona le dará su timbre particular, una lectura propia, y, sobre todo, su expresión muy individual.
Y tomemos en cuenta que a nivel técnico existen algunas lecturas más simples que otras. Por ejemplo, hay escrituras experimentales que prescinden de los puntos (como algunos cuentos de García Márquez, cuyo equivalente sonoro podría ser eliminar los compases de las frases musicales, como realizó por primera vez en la música Erik Satie)
En estos casos, la persona que lee tiene que poseer un profundo conocimiento previo sobre las intenciones, estructuras y sentidos de cada texto.
Lo mismo ocurre con los sonidos:
Deben ser leídos, interpretados y expresados desde una individualidad.
Así como existen personas virtuosas del violín, del piano y del canto, existen también personas virtuosas de la interpretación musical, y esas son las que dirigen las orquestas.
Por lo tanto, la importancia de un director de orquesta radica en darle sentido a los sonidos. Sin su intervención la música se desbagalaría en un caos amorfo e incoherente.
El director de orquesta de la Orquesta Sinfónica de Minería
Desde 2006 el director de Orquesta de la Orquesta Sinfónica de Minería es Carlos Miguel Prieto, una de las batutas más sobresalientes de su generación.
Como nuestra Temporada de verano 2022 gira en torno a Beethoven le preguntamos a Carlos Miguel cuál es su interpretación particular de la famosísima Sinfonía núm. 5, y su respuesta es una manera perfecta de ejemplificar en qué consiste la labor de un director de orquesta:
“Sobre la Quinta sinfonía yo te diría que cuando empiezas a hacerla tienes retos técnicos que inicialmente parecen muy difíciles y poco a poco te vas dando cuenta de cómo superarlos y después entras ya en retos muy específicos relacionados con el hecho de que existen ciertas tradiciones o ciertas maneras de pensar algunas frases que no están escritas así, pero se ha vuelto algo común hacerlo, como cierto ritardando en este o aquel compás. Lo que sucede con Beethoven, al menos para mí, es que cada vez es una oportunidad de hacer lo que está escrito en la partitura sin modificarlo. ¿Por qué? Porque lo que está escrito ya es enormemente retador, enormemente único. Y ése ya es un reto muy especial. En el caso de la Quinta sinfonía, del famosísimo primer movimiento, el reto involucra para mí intentar hacer lo que está escrito, que implica no hacer variaciones de tempo hasta que aparece el primer ritardando que está escrito realmente en la pieza. Últimamente para mí es una búsqueda muy interesante frasear de manera más larga. Beethoven escribe a veces en unidades muy cortas, en motivos muy cortos que se repiten y es muy fácil, si no se hace bien, que el sonido pueda caer en lo repetitivo Entonces vas encontrando tus obsesiones del momento. Y para mí la obsesión de mis últimos tiempos es desviarme de ciertos malos hábitos que adquirimos cuando queremos imitar algo. Para mí el reto es hacer mi interpretación basándome en mi lectura de la partitura, que ha ido cambiando después de haber hecho muchas veces esta sinfonía”.
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