Quodlibet

Quién sabe si la música no pudo salvarlo

Por Gonzalo Trinidad Valtierra

Con palabras precisas y casi eléctricas, Gonzalo Trinidad nos acerca a los enigmas del escritor y melómano Luis Moncada Ivar, nocturno trashumante. La música fue el caliginoso lecho de la negra noche en que escribió: “Me suicido porque es domingo, porque ayer asistí a mi velorio, porque hoy estoy ocioso y de excelente humor” ¿Pudo haberlo salvado la música, ahí donde lo demás era noche?

Me suicido porque es domingo, porque ayer asistí a mi velorio, porque hoy estoy ocioso y de excelente humor.

“…la noche es un gran piano…” escribió Luis Moncada Ivar en un cuento de atmósfera parisina. Así, entre puntos suspensivos, como la luna o una nota que mana de una habitación. Su único libro, Perros noctívagos y otros relatos (1965) no es de fácil adquisición, aunque nada es imposible para el lector obstinado. Tito, como le llamaba su hermana menor, Noika, fue un escritor fuera de serie en el paisaje literario mexicano del siglo xx. Y como todo lo fuera de serie, su muerte tenía que ser memorable: nota al pie que sentenció con humor negro y una bala.

Su proximidad y alianza como amigos ayudó a Billroth a convertirse en el cirujano más renombrado de su época y a Brahms en uno de los más grandes compositores del siglo xix.

El escritor puede vivir con muy poco, demasiado poco a veces. Licor, algo de comida y un techo sobre la cabeza. Detrás de esta manida tercia se oculta el universo vivo, palpitante de todo creador. Sus anhelos, secretos, ambiciones, filias y fobias, todo aquello que lo hunde inexorablemente en el fango humano, pero también aquello que lo saca a flote.

Te invitamos a leer el artículo completo a continuación:

Crueldad y desasosiego, materia con la que se edificó la ciudad de México, que ya comenzaba a perfilar la urbe que conocemos.

Puedes encontrar más artículos como este en la Revista Quodlibet de la Orquesta Sinfónica de Minería:

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