Para celebrar un aniversario más de la Independencia, la Orquesta Sinfónica de Minería ofrecerá un concierto (7 y 8 de septiembre en la Sala Nezahualcóyotl bajo la batuta de Carlos Miguel Prieto) donde México se construye a través de músicas que nacen desde la misma tierra y a partir de ahí sus trayectorias sonoras trazan búsquedas distintas, algunas suaves y otras terribles, algunas rítmicas y otras melódicas, algunas abstractas y otras programáticas, algunas con énfasis en las cuerdas y otras en las percusiones, algunas hechas para moverse y otras para reflexionar, algunas que son atmósfera y otras que son pensamiento, algunas que son diálogo y otras que son descripción, algunas con vocación rebelde y otras celebratoria.
Al final, toda esta diversidad termina por abordar la idea de país a través de narraciones sinfónicas que desbordan imaginación y sentimiento para conformar un mapa sonoro comprometido con la otredad y la tolerancia, con la hermandad y la esperanza.
Los protagonistas de nuestro programa mexicano serán Silvestre Revueltas (1899-1940), Carlos Chávez (1899-1978), José Pablo Moncayo (1912-1958) y Juan Pablo Contreras (1980), cuatro compositores que abarcan un siglo de música mexicana cuyas obras, desde un punto de vista idiomático, se encuentran y separan, pero que al ser interpretadas juntas conforman una misma historia sobre sones, melodías yaquis, culebras y mariachis, o lo que es lo mismo: espiritualidad, herencia y ganas de bailar.
Por HRJ
Programa mexicano de la Orquesta Sinfónica de Minería:
CARLOS CHÁVEZ
Sinfonía india (1936)
La esencia de la Sinfonía india está vinculada con sonidos muy antiguos: melodías surgidas de culturas que habitaron Sonora (la seri y la yaqui) y Nayarit (la huichola), y para darles vida la orquesta exige la presencia de instrumentos de origen indígenas, como tambor indio, tlalpanhuéhuetl, jícara de agua, güiro, maracas, sonaja de arcilla, sonaja de metal, raspador, tenábaris, teponaztli, que son complementados por timbales, tambor tenor, címbalos, xilófono, claves.
Una sección de percusiones tan rica solo puede significar una cosa: que el ritmo es protagonista. De hecho, la tensión dramática de la obra surge del contraste entre un inicial esquema rítmico irregular (habitado por constantes cambios métricos) y otro regular que construye una imponente coda final extendida durante 126 compases de ritmo inalterable.
SILVESTRE REVUELTAS (1899-1940)
Sensemayá (1938)
En su poema Sensemayá, Nicolás Guillén (1902-1989) propone un canto para matar una culebra que apela a la repetición para establecer un ritmo hipnótico y siniestro (Sensemayá, la culebra/¡Mayombe-bombe-Mayombé!/Sensemayá, no se mueve ¡Mayombe-bombe-Mayombé!/ Sensemayá, la culebra/ ¡Mayombe-bombe-Mayombé!/Sensemayá, se murió).
Silvestre Revueltas se inspiró en esta suerte de embrujo para construir una obra homónima para orquesta de ritmo inalterable (⅞ de principio a fin) sobre el que diversos instrumentos, sobre todo clarinete, tuba y trompetas con sordina, elaboran insinuaciones melódicas que nunca terminan por completarse, pero establecen una atmósfera inquietante, de una extraña lobreguez onírica, que termina con un violento y contundente estallido cuyo significado, sin lugar a dudas, es que finalmente la culebra ha dejado de moverse.
JOSÉ PABLO MONCAYO
Huapango (1941)
Al transportar a una orquesta sinfónica el sonido de la dotación típica del huapango veracruzano (requinto, arpa, guitarra, violín y jarana), Moncayo puso especial atención en conservar el espíritu libre, ligero e ingenioso de esta música. Su base fueron tres huapangos alvaradeños populares (El siquisiri, El balajú y El gavilancito), pero lejos de ser citadas de manera textual, sus melodías son reconfiguradas hacia elegantes y sofisticads atmósferas sonoras en donde su brillo y atrevimiento adquieren inéditas facetas, como, por ejemplo, los cantantes folclóricos que intercambian albures e ironías son sustituídos hacia el final de la obra por un trombón y una trompeta, quienes establecen un diálogo en clave de son jarocho.
JUAN PABLO CONTRERAS
Mariachitlán (2016)
Esta obra, escrita para orquesta sinfónica con piano, arpa y una rica sección de percusiones, ganó el premio como mejor composición orquestal de Jalisco 2016 y fue nominada al Grammy Laitno 2019 en la categoría “mejor arreglo/composición” por su grabación en el álbum homónimo publicado por Universal con la Orquesta Filarmónica de Jalisco bajo la batuta de Marco Parisotto y Abdiel Vázquez en el piano.
Sobre la esencia de Mariachitlán, Juan Pablo Contreras explica:
Mariachitlán es un homenaje orquestal a Jalisco, la tierra del mariachi. La obra recrea la experiencia de visitar la Plaza de los Mariachis en Guadalajara, donde en cada esquina los mariachis entonan sus sones y se interrumpen unos a otros para atraer al público. En Mariachitlán, los diversos ritmos del mariachi como la canción ranchera en compás de 2/4 [chun-ta chun-ta], el vals romántico en compás de 3/4 [chun-ta-ta] y el son zapateado en el que se alternan compases de 6/8 y 3/4, acompañan melodías originales inspiradas en los bellos paisajes de Jalisco. Los instrumentos típicos del género como la trompeta, el arpa y el violín son protagonistas en esta obra, mientras los contrabajos suenan como guitarrones y las cuerdas emulan los rasgueos de las vihuelas. Cerca del final de la obra, un policía toca su silbato queriendo acabar con la fiesta. Sin embargo, el público corea Mariachitlán, aumentando gradualmente su intensidad, y es recompensado con más música alegre que lleva la obra a su final triunfal.
EVENCIO CASTELLANOS
Santa Cruz de Pacairigua (1963)
Entre las obras musicales dedicadas a celebrar o recordar un lugar específico, Santa Cruz de Pacairigua ocupa un sitio muy especial; se refiere a un pueblo que ya no existe. Dicho con más propiedad, se refiere a un pueblo que no existe más con ese nombre, y cuya historia es ciertamente llamativa. Para acercarme a la historia de ese lugar y de la música que Evencio Castellanos compuso en su honor, tuve la suerte de poder visitar dos sitios muy interesantes, ambos en Caracas, la capital venezolana.
La suite sinfónica Santa Cruz de Pacairigua, dedicada explícitamente por Castellanos al lugar de nacimiento de su maestro, fue compuesta en el año de 1963, y al año siguiente obtuvo en Venezuela el Premio Nacional de Música.
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