Shostakóvich liberado
Por HRJ
La Orquesta Sinfónica de Minería interpretará la Sinfonía núm. 10 de Dmitri Shostakóvich (1906-1975) durante el octavo programa (agosto 19, 20 y 21 ) de su Temporada de verano 2022 bajo la batuta de Carlos Miguel Prieto al lado de Fanfarria para mujer poco común núm. 1 de Joan Tower, Historia de flores y tangos de Daniel Freiberg y Cantos y revueltas de Pacho Flores.
A continuación ofrecemos un acercamiento a esta intensa, profunda y estremecedora obra cuyo significado dentro de la vida de Shostakóvich fue uno de liberación y esperanza.
¿Qué importancia tiene la Sinfonía núm. 10 dentro de la música de Shostakóvich?
Josef Stalin (1878-1953) gobernó Rusia durante un cuarto de siglo (1929-1953). Su régimen fue prohibitivo e intolerante hacia la música: Cualquier obra escrita a partir de lenguajes innovadores (como el serialismo integral o el jazz) era destruida y la persona responsable de haberla compuesto automáticamente se convertía en sospechosa de ideas subversivas (lo que implicaba ser espiada, interrogada y acosada).

La muerte de Stalin en Moscú el 5 de marzo de 1953 (Prokófiev murió el mismo día y en la misma ciudad) significó para Shostakóvich una liberación creativa. La primera sinfonía que Shostakóvich escribió tras la muerte de Stalin fue la Décima, cuya carga política resultó inevitable. Al respecto, Shostakóvich escribió:
“Yo no podía componer una apoteosis para Stalin, simplemente no podía. Yo ya sabía lo que me esperaba cuando compuse mi Novena sinfonía. Pero sí hice una descripción musical de Stalin en mi siguiente sinfonía, la Décima. La escribí inmediatamente después de la muerte de Stalin, y nadie ha adivinado todavía de qué se trata la sinfonía. Se trata de Stalin y de su época. La segunda parte, el Scherzo, es un retrato musical de Stalin, más o menos. Claro, hay muchas otras cosas en la sinfonía, pero esto es la base”.
Esta descripción musical de Stalin está contenida en el segundo de cuatro movimientos: un breve scherzo (cuatro minutos) impetuoso, burlón y violento que por momentos da la impresión de estar caricaturizando al dictador desde la amargura. Pero la obra es mucho más que una sardónica denuncia. También encierra una declaración amorosa: las iniciales de las notas que componen un romántico tema a cargo de la trompeta durante el tercer movimiento forman el nombre de una mujer de la que Shostakóvich se enamoró cuando ella fue su alumna en la cátedra de Composición. Shostakóvich utiliza este mismo procedimiento para afirmar su individualidad y establecer en la Sinfonía núm. 10 una intensa y conmovedora afirmación libertaria.
Juan Arturo Brennan explica:
“Por esos años, el compositor comenzó a utilizar como materia sonora de sus composiciones un motivo de cuatro notas derivado de la transliteración alemana de su nombre, Dmitri Schostakowitsch. A partir de esto, el mencionado motivo con las iniciales del nombre y el apellido del compositor puede escribirse como DSCH, es decir, re-mi bemol-do-si, según la notación alemana. Este breve motivo ya había hecho su aparición en algunas obras anteriores de Shostakóvich como su Primer concierto para violín y su Quinto cuarteto de cuerdas. Pero es en la Décima sinfonía que este sello musical tan personal adquiere una mayor relevancia, debido al uso claramente simbólico que el compositor hace de él. En las últimas páginas del cuarto movimiento aparecen algunas ominosas reminiscencias del retrato musical de Stalin, pero son finalmente ahogadas, aplastadas, vencidas por el motivo DSCH que identifica al compositor, del mismo modo en que Richard Strauss (1864-1949) vence a sus enemigos en su poema sinfónico Una vida de héroe.”

De pronto las palabras (“Los cien enamorados duermen para siempre bajo la tierra seca. Andalucía tiene largos caminos rojos), al no ser pronunciadas, surgen desde el otro lado de su significado: el de la ausencia, el de las sombras, el del silencio, el de la nada..Para muchas personas musicólogas esta obra es una especie de réquiem que Shostakóvich escribió para su propia muerte.