Por HRJ
¿A qué suena la música clásica mexicana contemporánea? ¿Quiénes son las personas que la crean? ¿Cuáles son sus pensamientos y cuáles sus lenguajes? ¿A qué suena su arte y sus narraciones sonoras qué buscan? ¿Cómo fueron concebidas y estructuradas? ¿De qué manera distribuyen su imaginación a través de una orquesta?
Con la intención de ofrecer un panorama sobre la creación actual de música clásica mexicana, la Orquesta Sinfónica de Minería se ha dado a la tarea de entrevistar a una persona compositora cada mes con la intención de que nos hable sobre su última obra para orquesta.
En esta primera entrega les presentamos la Sinfonía núm. 8, Luz de otoño, del compositor mexicano Sergio Berlioz (1963), para mezzosoprano y orquesta de cámara con textos de Victor Hugo y Raine Maria Rilke, cuyo estreno mundial aconteció el 12 de noviembre de 2022 en la antigua sede del Senado de la República, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, con la participación solista de Julietta Beas (mezzosoprano) y el propio compositor al frente la Orquesta Iberoamericana.
Tras tres sinfonías épicas sobre episodios de la historia de México, en esta Octava los acontecimientos sonoros suceden en una atmósfera suave e íntima, que incluso por momentos se quiebran hacia la fragilidad. ¿A qué se debe un cambio tan radical en su intención expresiva?
Después de crear tres sinfonías monumentales para solistas, coro mixto y orquesta sinfónica, comisionadas por el gobierno del estado de Puebla, que versan sobre tres episodios nacionales: la Quinta sinfonía, La luz de mayo, sobre la Batalla del 5 de mayo de 1862, la Sexta sinfonía, Elegía heroica, sobre el Sitio de Puebla de 1863, y la Séptima sinfonía, Abril al alba, sobre la Batalla del 2 de abril de 1867; mi Octava sinfonía tendría que ser otra cosa, algo más personal, íntimo y cercano. Una sinfonía de proporciones haydeanas, con una orquesta reducida, un pequeño mundo que revele cual ánfora antigua, un mundo contenido.
Aquí no encarno al compositor de “las efemérides nacionales”, la genuina preocupación de mi amigo Vicente Herrasti, al realizar con mis tres sinfonías anteriores una reflexión épica, sino un mundo de sensaciones más abstractas, menos anecdóticas o justificaciones literarias e históricas.
Yo, tan dado a lo discursivo y lo erudito, también soy una persona, con un ego apenas contenido y una salud frágil. La presente obra nació de mi experiencia cercana a la muerte en febrero del presente año. Estando en el hospital, donde el tiempo me pareció eterno, tuve la disposición para reflexionar sobre la existencia. De esas horas silentes nació nítida y fecunda mi Sinfonía núm. 8, Luz de otoño.
La utilización de tres poemas: “Sol poniente” (completo) de Victor Hugo, un fragmento de la Primera de las “Elegías de Duino” de Raine Maria Rilke y el final del poema “tristeza de Olimpio” (político romano del siglo IV) de V. Hugo, que canta una mezzosoprano, se ubican, el primero como primer movimiento, el segundo poema como puente entre el segundo y tercer movimientos y el tercer poema al inicio del cuarto movimiento, que seguirá hasta el final enteramente instrumental. El uso de estos tres poemas enfatiza el devenir de una vida con sus pocos aciertos y muchos errores, entregados como una confesión íntima y un tributo a la existencia que todos compartimos.
Los cuatro movimientos que integran la sinfonía: Hojas de otoño, Sendas, Ritual y Danza, se ejecutan ininterrumpidamente, dejando al final la sensación de transitar por una vida que está llegando a su sexta década y que toma, sonora, la conciencia de ese trayecto.
La obra está dedicada a la notable directora de orquesta Lizzi Ceniceros, como tributo de sincera amistad y admiración por su trayectoria artística y de vida.
¿Quién es Sergio Berlioz?
El compositor mexicano Sergio Berlioz es autor de las óperas Espejo de niebla y La ira del origen, ocho sinfonías, trece cuartetos de cuerdas, poemas sinfónicos, cantatas, conciertos para flauta de pico, clavecín, oboe, piano, guitarra, violonchelo y fagot; así como sonatas, tríos, quintetos, entre otras obras, ejecutadas con gran éxito en Estados Unidos, Inglaterra, Polonia, Lituania, Chile, Canadá, Israel y México.
Con cuatro décadas de trayectoria musical y académica, el compositor Sergio Berlioz ha participado en más de 4000 conferencias, mesas redondas y conciertos; impartiendo cátedra, diplomados y cursos en varias universidades y centro culturales de todo el país y la República Checa. Ha publicado más de un millar de artículos y ensayos de temática musical y cultural en general en México, Hungría, Grecia, Estados Unidos, Turquía, Marruecos, Argentina, Perú, Bélgica, República Checa, Corea del Sur e Israel; ganado en 1989 el Premio Nacional de Periodismo, así como condecoraciones en Hungría, República Checa e Israel. En el 2013 le fue concedida la Cédula Real de la ciudad de Puebla (equivalente a las llaves de la ciudad) y la Medalla Guillermo Prieto de la Universidad Xilotzingo, por sus aportes a las humanidades; en junio de 2018 la Asociación periodística Síntesis le otorgó el “Premio a la trayectoria” y en octubre de 2019 se le concedió el “Premio Internacional Batuta”, al lado de personalidades como Placido Domingo, Michel Nyman, Leo Brouwer, Fernando Lozano y Enrique Bátiz.
¿Qué más escucho de Sergio Berlioz?
Zarabanda para cuerdas, (2000)
Sobre esta obra, el compositor explica:
“La Zarabanda para cuerdas está dividida en tres partes: A/B/AB, es decir, la presentación de dos materiales distintos y bien diferenciados: EL y ELLA, o un tema masculino y el segundo femenino, o llámelo el curioso como quiera, ya sea el Yin y el Yang, hombre y mujer, tierra y fuego, insisto, como se quiera; porque son todos y ninguno y todo concluye en la unión al final de ambas partes a través de una comunión de almas, en un declarado canto de y para el amor, no por una persona en particular, sino una idealización. “¿Quién es ella?”, otra vez la voz del curioso hurgador de la vida privada. Nadie, “¿y él?”, pues un autorretrato y a su vez, el retrato de muchos hombres que como yo, apuestan a que un día el ideal pueda ser real”.
Concierto para clavecín y orquesta de cuerdas (2012)
Sobre esta obra, el compositor explica.
“Concebido como un retrato musical de su destinataria, la temperamental, vital y siempre intensa Lidia Guerberof Hahn, amiga querida, artista de toda mi admiración y un ser humano cabal, el Concierto para clavecín y orquesta de cuerdas transita a lo largo de cuatro movimientos ejecutados ininterrumpidamente: Allegro-Adagio-Allegro-Danza final, correspondientes a una revitalizada y expandida forma sonata como súper estructura final: Exposición-Desarrollo-Reexposición-Coda, en un itinerario entre el pasado convocado y el presente vivido; un itinerario en que expreso mi idea sonora del músico y la persona.
El peligro del referente histórico en el sonido característico del clavecín barroco, lo enfrenté en dos direcciones antagónicas, el homenaje y su exclusión, a través de un discurso obstinado e irreverente, donde se reafirma la voz individual del instrumento, que se presenta autónomo e independiente desde el principio de la obra, y su diálogo con la orquesta, la cual es, ante todo, una ampliación no sólo sonora sino emotiva de lo dicho por el solista”.
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