Por HRJ
La doctora Jimena de Gortari Ludlow cree que la buena arquitectura debe ser profundamente musical (pues goza de armonía, ritmo y silencios). De hecho, su práctica arquitectónica ha radicado en escuchar los espacios, pues “considero que el sonido me permite recordar la experiencia espacial”.
En la Orquesta Sinfónica de Minería estamos convencidas de lo mismo: los espacios son sonido, atmósferas musicales. Entonces, ¿cuál podría ser una posible poética sonora de la Ciudad de México? Jimena suele compartir pistas posibles a través de su #diariosonoro (donde publica en su cuenta de Twitter los sonidos de la ciudad en calma) y de su columna Paisaje sonoro.
¿Cómo encuentras/reclamas, Jimena, tu derecho al silencio en la Ciudad de México?, ¿de qué manera, en una urbe tan frenética y ruidosa, logras abrirte (abrir también para tu familia) espacios de quietud y calma?
Despierto muy temprano cada mañana y salgo a escuchar la ciudad en calma, es mi momento de estar en paz con ella. Lo hago desde hace varios años y muchas de las veces registro de forma rápida lo que escucho y lo comparto en las redes con la idea de mostrar que existe esa posibilidad de escucha. Lo reclamo escribiendo y compartiendo aquello que se posibilita cuando conseguimos ese silencio y haciendo notar que no es un derecho exclusivo como parecen hacernos creer.
Con mi familia comparto el gusto por las visitas a espacios tranquilos. Recorrer un lugar en silencio es parte de los hábitos adquiridos en la infancia: ahora trato de transmitirlos a mi hija con salidas los fines de semana a sitios poco concurridos.
¿De qué manera las ideas de John Cage en torno a la indeterminación y una articulación sonora que se produce a partir del azar, en el espacio abierto, por sí misma, sin la manipulación de una persona compositora (quien a lo mucho sólo determina la duración o el espacio), ha influido en tu trabajo arquitectónico?
Mi práctica arquitectónica ha radicado en escuchar los espacios, finalmente considero que el sonido me permite recordar la experiencia espacial por ello busco que mis estudiantes incorporen la experiencia sonora como parte de sus diseños y para ello hacemos ejercicios que denominamos deriva narrativa en donde sin necesidad de identificar o categorizar la fuente sonora deben tratar de ver si marca un ritmo en su día, si se escucha distinto o el cómo la perciben. En los recorridos de la mañana busco aquellos que son producto de ese azar y también el entender cómo la configuración de la ciudad hace que los sonidos se transformen. Apuesto por la ciudad como un espacio formalmente determinado, pero sonoramente indeterminado porque el sonido va encontrando su cauce y no siempre los bordes arquitectónicos lo detienen. El análisis de la mezcla que se genera entre lo público y lo privado me parece fascinante y un motivo de investigación permanente.
¿Cómo definirías la identidad sonora de la Ciudad de México?, ¿de qué manera has ido explorando y registrando su poética musical?
Me parece que la ciudad de México tiene varias identidades, es la suma de varios lugares, una composición social muy diversa y aunque podemos encontrar rasgos similares, nunca sonará igual un mercado a otro, o incluso las campanas y es porque la forma de cada espacio lo determina. En algunas plazas el sonido se extingue más rápidamente, en otros traspasa las fronteras.
Escribí alguna vez sobre esto y decía que había personajes que la identificaban: tamales, fierro viejo o afilador, por mencionar los más conocidos.
Empecé registrando con mi tascam, así como lo hice en la tesis doctoral. Sin embargo, ahora lo hago con mi dispositivo (sé que no es lo ideal), pero me ayuda a registrar el momento exacto sin necesidad de un montaje previo.
El lugar que habito tiene una composición que inicia con voces y silbidos que provienen de la calle contigua, la escoba de varas se suma de pronto y va rítmica … por momentos el volumen del que silba aumenta y aparecen unos estruendosos cláxones, normalmente sigue un espacio de silencio (el continuo sonoro del rodar de los coches), aparecen los trinos de los pájaros que tratan de acallar el retumbe del avión que se va a aproximando a la ciudad.
¿De qué forma se puede combatir la invasión del ruido que la Ciudad de México (sonoramente tan desequilibrada) ejerce en una persona?, ¿cómo defenderse de la agresión sonora de la capital? ¿Existen consejos que puedas dar para que una persona se acerque a cierta paz sonora? ¿Tú tienes lugares secretos, remansos de silencio, dentro de la ciudad que te permiten experimentarla? ¿Hay un espacio de silencio particular que te cambia el estado de ánimo al habitarlo?
Una de las formas es reconociéndolo como un contaminante; es decir, el dejar de pensar que es un condicionante de vivir en la ciudad. También haciéndonos conscientes del ruido que producimos: es necesario recordar la vida en comunidad que parece haberse diluido. Y pensar en el silencio y no temerle, reconocer la oportunidad que nos representa poder estar sin incorporar una fuente sonora más en los espacios que visitamos, por ejemplo. Además de seguir exigiendo que se haga cumplir la normativa y siendo críticos con la omisión de la autoridad.
La defensa sería el no acostumbrarnos, llenarse de paciencia y llevar la queja a la autoridad correspondiente, el exigir mejores espacios sonoros y cuidar aquellos que aún conservan su sonido. No dejar que la ciudad siga siendo invadida con ruido; es increíble que todo acto político, deportivo o de ocio incorpore ruido.
Para acercarse a una calma sonora vale la pena recordar algún lugar que nos dé paz, y este lugar seguro que tiene un sonido. El simple hecho de trasladarse mentalmente a ese momento nos dará un respiro, pero si se puede contar con unos 30 minutos diarios de algo cercano al silencio además de mejorar nuestra actividad neuronal nos permitirá desconectar de las agresiones sonoras sufridas durante el día.
Has escrito que para ti la arquitectura “tiene como tarea ética preservar la memoria del mundo del silencio así como proteger los fragmentos de silencio que aún nos quedan, más en una cultura que tiene tal aprecio por la inmediatez y el ruido”. Al respecto: ¿Qué arquitecturas dentro de la ciudad has encontrado que ofrezcan un aislamiento de la agresión sonora del exterior y generen un espacio sonoro íntimo, donde la persona pueda estar en contacto profundo con sus propios sonidos? ¿Qué materiales y formas pueden lograr esto? ¿Te has involucrado en proyectos arquitectónicos que tengan esta intención?
Los patios de los edificios históricos y algunas iglesias. Tu pregunta me hace pensar en Oaxaca y en el museo textil o San Agustín Etla, también en el Centro Cultural de San Luis Potosí o el jardín de la Biblioteca Vasconcelos. Uno de mis lugares favoritos es la Fonoteca Nacional, no sólo por lo que resguarda sino también por lo que permite de escucha propia. La Anahuacallí y su ampliación, el parque ecológico Xochimilco …
Los materiales son pétreos, también es tabique, es adobe, es agua, es tierra. El concreto en combinación con otros materiales también. Las formas son de varios cuartos a modo de esclusas en las que te vas adentrando a otra sonoridad que permite alejarte de la hostilidad sonora.
Dos veces he tratado de participar en el pabellón de México en la Bienal de Venecia, sin ningún éxito porque la arquitectura se ve. He colaborado en un par de proyectos urbanos dando asesoría sobre cómo disminuir el ruido a través del diseño.
De tu ensayo El derecho al silencio extraigo dos preguntas que dejas sin respuesta. ¿Podrías responderlas aquí con la Ciudad de México y sus habitantes en la cabeza?: ¿Será que en el fondo le tememos al silencio? ¿Es necesario replantearse la idea del silencio en los espacios que se diseñan?
Después de haber leído algunas de las respuestas del Diario Sonoro de la pandemia sobre el silencio y el cómo las personas se sentían, a la que atribuyo sin duda una carga importante de la incertidumbre, considero que sí: le tememos al silencio porque no aprendemos o no sabemos cómo estar con nosotros mismos. Nos enseñaron además a estar en actividad permanente y el silencio está asociado a lo no productivo, a la pausa, a la calma. Rodearnos de ruido nos hace sentirnos en compañía, nos espejea o nos encuentra con las personas que están al otro lado del muro, aunque no las miremos.
Creo que hace falta incorporar la idea del sonido de los espacios, incorporarle silencios como lo hacen ustedes. Sin duda en algunos edificios se da de manera fortuita; sin embargo, se debe diseñar con el sonido.
¿Qué sonidos de la ciudad que en un principio te molestaban (o incluso causaban irritación) has ido normalizando en tu vida diaria de tal manera que ya te pasan desapercibidos?… ¿en verdad pasan desapercibidos o consideras que van acumulando tensión de forma inconsciente? ¿De qué manera se puede disolver un sonido molesto que se ha ido acumulado en tu interior quizá sin que te dieras cuenta para que no termine generando cierta amargura?
Me habitúo poco a los sonidos que me molestan, aunque quizás ya no me perturban como antes y depende de la hora del día. Los aviones durante el día, los pasos de la vecina del piso de arriba, la bajada de los trailers en la avenida cercana a casa, el sonido del cuarto de máquinas que está detrás de mi oficina.
Soy mi propio caso de estudio y muchos de estos sonidos me generan una tensión muy alta en el cuerpo, acabo muy cansada y lo asocio en parte a estos ruidos que acompañan mi diario.
No puedo responder esa pregunta, a veces pienso que cuando hablo de ruido con las personas y de alguna forma empiezan a notar el ruido en el que vivimos les amargo la existencia. No se disuelve del todo, lo incorporas a tu vida cotidiana y adecuas otros aspectos, modificas comportamientos … fatal, pero lo normalizas. Yo comparto mi amargura en mi diario y en mi interacción en redes o procuro recordar algún otro sonido para salir de ese estado de amargura.
¿Qué tanta música puede existir en la arquitectura? ¿Cuáles son ejemplos arquitectónicos musicales en la Ciudad de México? ¿De qué forma la articulación sonora puede tener un influjo en el diseño y construcción de estructuras, de espacios habitables?
Creo que Zumthor, Pallasmaa y Rasmussen han dado pautas para saber en donde existe y cómo encontrarla. Creo que la buena arquitectura goza de armonía, de ritmo, de silencios … pensaría que ahí está la música. Lo importante es saberla escuchar.
Creo que hace falta pensar en los espacios más como atmósferas. Es interesante el trabajo que se está haciendo desde el campo de la neuroarquitectura.
¿Qué música escuchas? ¿Existen personas compositoras u obras concretas que hayan ocasionado en ti una profunda impresión, una especie de paradigma en tu vida?
Crecí escuchando The Cure, Soda Stereo, Depeche Mode, Roxy Music, New Order … grupos que siguen en mi playlist.
He sumado muchas voces femeninas: Mitsky, Lucy Dacus, Marem Ladson, Gracie Abrams.
También crecí rodeada de música clásica y jazz; mi padre es un melómano … así que habitan varios. En las navidades bailábamos y lo sigo haciendo. aunque más a ritmo de salsa o cumbia.
El peine del viento de Chillida marcó un antes y un después en mi forma de escuchar la ciudad.
El sonido de la Ciudad de México que más te:
alegra: las risas de las personas, los pasos de las personas cuando bailan.
repele: los aviones, helicópteros y los cláxones del transporte público.
divierte: los silbidos.
aterra: alerta sísmica o el craquear de un edificio cuando tiembla.
ilusiona: el de las hojas secas cuando se rompen, el del metro cuando entra a la estación.
atrae: el trinar de los pájaros o el sonido de la lluvia, incluso si es una tormenta. El sonido tenue de un museo o una iglesia.
intriga: el de las alcantarillas.
seduce: las gotas de lluvia cuando recién empieza, el viento y su paso fino entre dos muros. Las voces de un mercado.
desconcierta: los golpes en alguna superficie, las motocicletas.
cansa: el ruido del tráfico.
¿Te gusta este tipo de contenido?
Continúa apoyándonos para seguir compartiendo contigo.
¡Llegó la Primavera Sinfónica! ✨☀️❤️🔥






