Leo Rondón aparece en una pantalla desde España. Está en su estudio. Lleva camisa blanca y barba corta. Se ve un árbol por la ventana a su izquierda. Al fondo un contrabajo y a su lado un cuatro venezolano (instrumento con forma de guitarra chiquita cuyo nombre se debe al número de sus cuerdas). Leo Rondón es quizá el mejor cuatrista del mundo y verlo tan cerca del cuatro con el que viaja por el mundo provoca el intenso deseo de pedirle que con él haga música. Pero no es necesario: lo toma por instinto y produce un sonido veloz y frenético, de golpe y movimiento, lleno de pulsión y tierra.
Por HRJ
“Escuche”, grita Leo Rondón, “¡esto es lo que voy a tocar en México!”.
A pesar de los micrófonos y la distancia transoceánica el sonido es tan intenso y real que llena todo lo que puede ser llenado en una videollamada: su estudio español y mi sala mexicana: la iglesia tras mi balcón y el árbol tras su ventana.
“Es un caballo que está galopando”, grita Leo Rondón”, “lo escribió Pacho Flores para mi cuatro dentro de su concierto”.
Y a eso viene Leo Rondón a México: a tocar un concierto para cuatro venezolano y orquesta sinfónica que escribió Pacho Flores llamado Cantos y revueltas, que interpretará como solista de la Orquesta Sinfónica de Minería (agosto 19, 20 y 21 en la Sala Nezahualcóyotl) bajo la batuta de Carlos Miguel Prieto.
“Y el ritmo del galope es recio, es siempre hacia delante”, grita Leo Rondón, “es el llano sobre un caballo y es siempre ir ir ir ir”:
El sonido del cuatro de Leo Rondón es percusivo, incesante, latente. Resulta impresionante que a través de sus manos un instrumento chiquito encierre la posibilidad sonora de una estampida. Y ahora que la música cesa, el recuerdo del sonido permanece vibrando en el ambiente y son necesarios dos, tres, cuatro segundos para que las palabras vuelvan a ser prudentes.
¿Entonces dentro del concierto de Pacho Flores su labor como solista es transmitir las sensaciones de caballos en galope?
“Algo así”, Leo Rondón emite una risa breve, “aunque más bien la función es la de transmitir el trabajo en el llano, que es duro y recio”.
Pacho Flores y Leo Rondón comparten país de nacimiento (Venezuela), oficio (solistas de élite, uno trompetista y el otro cuatrista) y una búsqueda en común (crear relaciones perdurables entre el folclor venezolano y la música sinfónica) que los ha llevado a también componer obras para la misma dotación: cuatro y orquesta.
Mientras Pacho Flores escribió Cantos y revueltas, Leo Roldán creó el Concierto del mar.
¿La función del cuatro dentro de su concierto tiene evocaciones marítimas?
“Para componer mi Concierto del mar pensé en el entorno de los pescadores venezolanos. En cómo se levantan a las cuatro de la mañana para ir a pescar, y sí: quiero imitar el sonido que representa el mar. Pero es justo lo contrario al llano. El sonido del mar no va para adelante”.
Leo Rondón vuelve a tomar el cuatro y comienza a tocar. Y, en efecto: el sonido no parece avanzar. Su ritmo es inconstante, no es ir ir ir ir, es ir y venir, doblar y girar. Es dar vueltas. Es oscilar. Resulta impresionante que a través de sus manos un instrumento chiquito encierre sonoridades oceánicas.
¿Y el lenguaje de su Concierto del mar es tonal?
“Sí, completamente tonal. Dentro de mi sueño está el intentar posicionar la música tradicional de Venezuela dentro de la escena sinfónica y lo que hago en mi música es recordar para qué fue concebido un instrumento como el cuatro, que es transportable y, por ende, como latinos que somos, lo usamos para dar serenatas, para parrandear. Es decir: es un instrumento que acompaña, ya sea a un cantante y en este caso a la orquesta”.
Viaja por el mundo acompañado de su instrumento, ¿cuál es la historia detrás de ese cuatro que sostiene en su mano?
“Este cuatro es un instrumento bendito. Mi papá era ingeniero de electricidad y cuando murió me llamaron de su empresa y me dijeron que me había dejado algo y eso me permitió comprarme este cuatro. Y con él he tocado en todos los concursos que he ganado”.
Leo Rondón parpadea. Puede que sea nostalgia, puede que sea cansancio. En estos días debe tomar un avión hacia México. Se está haciendo tarde.
¿Cómo conoció a Carlos Miguel Prieto y de qué manera recibió la invitación para presentar Cantos y revueltas de Pacho Flores con la Orquesta Sinfónica de Minería?
“Este año trabajé con el maestro Prieto en la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Es una persona maravillosa, me hizo muchas bromas y admiré mucho su motivación. Me propuso venir en verano y yo estoy encantado, pues en la Orquesta de Minería tengo grandes amigos, como el chelista principal, William Molina, que es venezolano y me conoce desde niño”.
Y le pido a Leo Rondón que así termine la entrevista: con él de niño, con una imagen de su infancia venezolana como parte del Sistema, esa escuela de música revolucionaria que enseña a la niñez a ir hacia la vida desde la poética del sonido.
“Del Sistema recuerdo las lecturas a primera vista, el solfeo, leer música como si fuera el periódico. Estuve en orquestas juveniles, como la de Mérida, y el maestro Abreu (fundador del Sistema) es el hombre más brillante que he conocido en mi vida. Prefiero mil veces un mundo con Abreu que un mundo sin Abreu. Nos motivó a todos. Éramos una familia. Mis amigos son de la música. Yo pasaba todas las tardes de mi infancia en una orquesta y era muy feliz”
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